domingo, 10 de noviembre de 2019

La investigadora argentina Natalia Fernández Laya y su colega uruguaya Ana Cerutti opinaron sobre los usos de la tecnología con los niños


Natalia Fernández Laya y a Ana Cerutti, en las charlas del Plan Ceibal sobre la tecnología en la primera infancia.
20 de agosto de 2019 | Escribe: Leticia Castro en Primaria | Foto: Federico Gutiérrez
Cortesía: la diaria 


“Las pantallas no son la estrategia para resolver los conflictos”
El primer Seminario sobre Tecnologías en Primera Infancia de Plan Ceibal tuvo como exponentes a Natalia Fernández Laya, del Instituto Internacional de Planeamiento de la Educación de la UNESCO, y a Ana Cerutti, docente uruguaya especialista en infancia, investigadora del Centro Interdisciplinario de Infancia y Pobreza de la Universidad de la República. El viernes 16 centraron sus conferencias en el uso que hacen de la tecnología los bebés y niños y el rol del adulto en ese momento. Sobre estos temas conversaron con la diaria.

Para las investigadoras, el uso de la tecnología en el aula va más allá de mejorar la práctica de enseñanza; la cuestión de fondo está en garantizar a los niños sus derechos. “Tenemos que empezar a pensar la ciudadanía digital. No es solamente pensar la tecnología en términos de aportes concretos en el corto plazo, sino reconocer que nuestro entorno es tecnológico y eso es parte del capital cultural al que los chicos deberían poder acceder. En ese sentido, más allá de decir que mejora el lenguaje o la matemática, lo que tenemos que pensar es cómo los niños pueden, además de ser consumidores, ser productores de tecnología”, comentó Fernández.


Incorporar la tecnología en clase puede ser muy productivo para niños más grandes, pero para menores de dos años son varias las posturas que lo desaconsejan. Para Cerutti antes de esa edad la exposición a las pantallas “no le va a introducir nada extraordinario. A esa edad lo que aporta son las interacciones y el descubrimiento del espacio tridimensional con su cuerpo, los encuentros cara a cara; la tecnología no estaría aportando en ese sentido”. Para Fernández “los primeros años de vida son corporales, entonces lo más interesante es poder recuperar los cuerpos, y las pantallas a veces son mundos que se abren pero también son entornos que se recortan”.

En casa
Ambas concuerdan en que la presencia del adulto marca la diferencia entre un buen uso y uno dañino, y docentes y familiares son los responsables de acompañar al niño en el momento en que se acerca a la tecnología. Cerutti recalcó que “las pantallas juegan en contra cuando el niño queda solo con la tecnología y esta empieza a sustituir a los adultos. Cuando la pantalla pasa a ser el cuidador del niño en exclusiva, los efectos son negativos”. Por su parte, Fernández señaló: “La tecnología hoy es muy fácil, muy intuitiva, todo está al alcance de un touch; vemos a un niño tocando la pantalla y pensamos 'qué genio, cómo la maneja', pero ¿qué está discerniendo? La clave es saber que nos necesitan. Si seguimos usando categorías como 'nativos digitales' lo único que logramos es alejarnos de esta generación, tenemos que encontrar puntos de encuentro para saber qué está pasando”.

Cuando los padres habilitan el celular para evitar un berrinche “no es el mejor uso de la tecnología”, señaló Cerutti. Aseguró que “las pantallas no son las estrategias para resolver los conflictos; darle el celular no es la solución, porque el niño va a repetir la escena esperando la contención que el adulto le tiene que dar”. La investigadora uruguaya consideró que los adultos han disminuido su tiempo de juego con los niños: “Ellos exigen el cuerpo y estamos viviendo una fuga de la corporeidad. A pesar de todo lo que sabemos de los niños y de lo preocupados que estamos por sus derechos –cosa que es relativa–, nos cuesta soportar el malestar de un niño pequeño. A veces es más fácil darle el celular a un niño que soportar las miradas de los otros adultos, aunque no queramos dárselo”.

En la escuela
“La tecnología per se no mejora los aprendizajes, pero si la ponemos a jugar dentro de una propuesta educativa con sentido, se convierte en un diferenciador”, enfatizó Fernández. La argentina también subrayó que “la formación permanente y la formación inicial es una deuda a nivel región; no lo tienen incorporado en sus prácticas los propios formadores de esos docentes. Hay grandes avances pero hay que seguir trabajando”. Reconoció que “hoy no se sabe cuál va a ser la tecnología de mañana, y la realidad es que los estados no pueden estar haciendo inversiones a gran escala tan seguido. En lo que tenemos que formar a los docentes es en el uso crítico de la tecnología y prepararlos para poder trabajar en la incertidumbre, porque la tecnología no puede condicionar las prácticas pedagógicas”.

Fernández destacó que la oferta actual de contenidos tecnológicos apuntan sobre todo a la lectoescritura y la matemática. Para ella sería interesante que el Estado sea el que proponga al mercado el desarrollo de ciertas aplicaciones, ajustadas a su necesidad: “Hay relevamientos de países que han trabajado en el desarrollo de aplicaciones con contenido específico para avanzar sobre algunas áreas que no fueron óptimas en sus evaluaciones de aprendizajes”.

Por su parte, Cerutti opinó que la tecnología en la primera infancia se puede utilizar “en cualquier área de aprendizaje, siempre que haya equilibrio”, y agregó: “A través de la tecnología se puede hacer cosas maravillosas desde el punto de vista creativo, pero no por eso hay que dejar de trabajar con arcilla. La riqueza más grande para desafiar este mundo es tener un abanico amplio de aprendizajes; si logramos eso saldrán personas fortalecidas que van a arriesgar sin temor a los cambios”.

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