Cuando fomentas un ambiente relajado, divertido y distendido, a través de la formación y práctica deportivas, el trabajador se relaja, disfruta, lo descontextualiza de su rutina profesional e incorpora estos valores al repertorio de hábitos generales.
El deporte es un juego, y el juego facilita el aprendizaje. Aquellos niños, adolescentes y adultos que practican deporte de forma regular, además de entrenar un hábito de vida saludable, se educan en valores. Es fácil interiorizar valores como la cohesión, la comunicación, el liderazgo, la sana ambición, el esfuerzo o mejorar tu confianza, mientras te diviertes disputando un partido.
Estos valores son fundamentales para superarte, alcanzar los objetivos individuales y grupales, para perseverar y dar tu mejor versión. E igual que se interiorizan para aplicarlos en la práctica deportiva, su aprendizaje se generaliza al resto de las áreas de tu vida. El que aprende a esforzarse lo hace para disputar un balón, para aprender un idioma nuevo y para no postergar un trabajo que tiene un plazo de entrega. Nuestro cerebro asimila el valor en sí, esfuerzo, no solamente la asociación esfuerzo-deporte. Y con ello nos convierte en personas, que además de tener formación académica, profesional, experiencia y otras habilidades y capacidades personales, pueden ofrecer un plus. El plus es la experiencia de quien ha puesto en valor lo aprendido en una disciplina distinta como es el deporte, y que al ponerlo al servicio de la empresa o del trabajo, le ofrece una experiencia que otros no tienen.