El Panóptico de Foucault...fue el disparador que un oyente lanzó como pregunta a uno de los pre candidatos hace unos días. El aludido no tenía idea de quien era Michel Foucault y mucho menos qué era eso del panóptico. El periodista...tampoco.
Así que, al aire, en plena audición y entre risas, este millonario pre candidato, pide a su ayudante que le anote los nombres y promete al oyente que lo va a estudiar.
Es tan saludable la sinceridad del candidato, como preocupante la ignorancia de quien aspira a dirigir nuestro país.
Para saber de qué hablaba el oyente, podemos compartir que el Panóptico era un tipo de arquitectura carcelaria ideada por Jeremy Bentham hacia fines del siglo XVIII. El objetivo de la estructura panóptica era permitir al guardia, insertado en una torre central, observar a todos los prisioneros, recluidos en celdas individuales a su alrededor.
En un sistema así, los privados de libertad no logran saber en qué momento los vigilan y en cual no. El efecto más importante del panóptico es inducir en el detenido un estado consciente y permanente de visibilidad que garantizaría el funcionamiento automático del poder, sin necesidad de ejercerlo desde afuera.
Un siglo y medio después, el filósofo francés Michel Foucault interpretó que esta idea del panóptico no sólo aplica a cárceles, sino a la sociedad toda cuando el poder logra instalar el auto-control al servicio de su propia perpetuación y beneficio.
El fascismo usó esta manera de dirigir al rebaño sin necesidad de contar con un pastor para cada persona. Muchas religiones funcionan también de esa manera. La presión y el temor a ser descubiertos es tal que el individuo termina haciendo propios los códigos impuestos sin que nadie lo dirija.
En los tiempos que corren, el mercado de consumo y la manipulación de los medios masivos en manos de las élites globales, son un peligroso ejemplo de panóptico al que debemos atender.
Las reacciones de odio al diferente, de rechazo a todo lo que implique alteración de la estructura de poder, no precisan de un gendarme que lo instigue.
Basta con la sensación de estar permanente vigilado...sin ser consciente que ese mandato ha sido implantado y proviene, ahora, desde adentro.
La libertad es una palabra que nos motiva y nos convoca. Pero para ejercerla, es indispensable la posibilidad de pensar y sentir por cuenta propia.
Es la más amplia capacidad de tomar decisiones con el único límite de cuidarnos y cuidar a los demás. Con esta idea es difícil imaginar una reinserción social de quienes han cumplido sus penas.
Más lejano aun es imaginar una comunidad humana creativa, libre, cooperante y feliz con el chip de un guardia represor instalado en el cerebro.
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