Leer supone el ejercicio más eficaz para nuestro cerebro. Ya sabíamos que la lectura es productiva para aprender, ampliar vocabulario, avivar la imaginación o reducir el estrés, pero los avances en neurociencia de los últimos tiempos revelan que además, incluso a nivel fisiológico, leer es una de las actividades más provechosas a nivel cognitivo que podemos realizar.
Como sabrás, nuestro cerebro se divide en dos hemisferios que trabajan conjuntamente, aunque para determinadas funciones, uno de ellos es más eficaz que el otro. Así, mientras el hemisferio derecho, llamado visual u holístico, se encarga de nuestra percepción corporal y espacial y maneja imágenes visuales, el hemisferio izquierdo, llamado lógico o simbólico, procesa la información secuencialmente y controla el lenguaje.
Cuando aprendemos a hablar, nuestro cerebro trabaja con la relación entre la palabra escrita y su sonido al ser pronunciada. El hemisferio derecho es capaz de reconocer palabras enteras, mientras que el izquierdo decodifica las partes de la palabra y su significado. Cuando nos acercamos a las palabras por primera vez, en torno a los 2-3 años, el hemisferio derecho ocupa un papel relevante, aunque más tarde, entre los 5-7 años, momento en que empezamos a escribir, es el hemisferio izquierdo el que toma protagonismo. Usted puede complementar esta información en: Los beneficios de la lectura para nuestro cerebro.
Pero… ¿Qué pasa si en vez de leer alguien nos lee? ¿Cómo reacciona el cerebro frente a una historia narrada sólo con audio, una historia narrada con imágenes ilustradas y una historia contada a través de una animación? Estas interrogantes son respondidas por Camila Londoño en la publicación del portal educativo Elige Educar y que a continuación lo compartimos con fines educativos.
Qué pasa en el cerebro de un niño cuando un adulto lee un cuento ilustrado
Recientemente, el pediatra e investigador John Hutton lideró una investigación que ofrece algunas respuestas con respecto a lo que sucede en el cerebro de un niño cuando un adulto cuenta una historia a través de diversas formas (audio, ilustraciones o animación). En términos generales, lo que sucede es que algunos tipos de narraciones pueden ser “demasiado frías”, otras “demasiado calientes” y algunas son “simplemente perfectas”. ¿Qué significa esto?
Para la investigación se estudió un grupo de 27 niños –aproximadamente de 4 años de edad–.
Todos fueron sometidos a imágenes de resonancia magnética mientras se les contaban historias en tres formas diferentes: sólo con audio; con páginas ilustradas y una voz en off; a través de una caricatura animada. Mientras los niños ponían atención a las historias, la máquina de resonancia buscaba la activación de ciertas redes cerebrales y la conexión entre esas redes. El análisis se hizo con base en las posibles redes en las que las historias podían influir: la red del lenguaje, la de la percepción visual, la de las imágenes visuales y por último, la red del modo predeterminado, algo que Hutton llama, “el asiento del alma”, es decir, el reflejo interno de una persona –cómo algo le importa a una persona–. Esta última red incluye regiones del cerebro que aparentan estar más activas cuando alguien no está centrado en una actividad mental designada.
Después del análisis, ¿cuáles fueron los hallazgos?
Sólo audio ( una condición “demasiado fría”): las redes del lenguajes estaban activas, pero en general había menos conectividad. Además, según se explica, hubo más evidencia de que los niños estaban esforzándose por entender lo que oían.
Animación (una condición “demasiado caliente”): con las caricaturas animadas hubo mucha actividad en las redes de percepción visual y auditiva, pero no mucha conectividad entre las diversas redes cerebrales. Además, la red del lenguaje estaba trabajando para “mantenerse al día con la historia”. Según explica Hutton en MindShift, la interpretación de los investigadores fue que la animación estaba haciendo todo el trabajo por el niño y ellos simplemente gastaban la mayor cantidad de energía descifrando lo que significaba. La comprensión de la historia de los niños en esta condición, fue la peor.
Ilustración y voz en off (una condición “simplemente perfecta”): Cuando los niños vieron ilustraciones la actividad de la red del lenguajes disminuyó un poco en comparación con la condición de audio. En lugar de sólo prestar atención a las palabras, la comprensión de los niños de la historia fue aumentando al tener las imágenes como pistas. Lo más importante en la condición de libro ilustrado es que los investigadores vieron una mayor conectividad entre todas las redes que estaban analizando: la percepción visual, las imágenes, el modo predeterminado y el lenguaje.
“Para los niños de 3 a 5 años, las imágenes y las redes del modo predeterminado maduran tarde y necesitan práctica para integrarse con el resto del cerebro”, explica Hutton en MindShift. “Con la animación es posible que se pierda la oportunidad de desarrollarlos”.
Esto significa que la lectura de cuentos ilustrados, a diferencia de las animaciones, tiene un impacto mayor; a través de este ejercicio, los niños están desarrollando un músculo que les permite dar vida a imágenes mentales. El problema, según el experto, es que los niños están muy expuestos a la animación y su desarrollo integral corre un riesgo. Sin la práctica suficiente, los niños desarrollan menos habilidades en la formación de imágenes mentales y en la reflexión de los contenidos de las historias. Esto quiere decir que el cerebro no se prepara para sacarle mayor provecho a un libro.
Lo interesante es que, si el resultado se dio de esta manera con los niños dentro de una máquina de resonancia, el impacto de contar historias con ilustraciones en el regazo de un adulto (mamá, papá, docentes) puede ser superior. Esto se relaciona, como dice Hutton, por la unión emocional y la cercanía física del acto. Los resultados de este estudio –que es preliminar–, sugieren algunas pistas de lo que deberían hacer los adultos a la hora de leer a los niños, dejando claro que, por encima del audio y la animación, siempre estará el efecto de una lectura donde las imágenes, la narración y el contacto físico, son prioridad.
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