Los programas de entrenamiento controlados en el hospital muestran beneficios para niños tratados por procesos tumorales. |
Premio Nacional de Investigación en Medicina de Deporte
Cortesía: DIARIO MEDICO
Covadonga Díaz. Oviedo
Un programa de ejercicio físico intrahospitalario en niños con cáncer aporta grandes beneficios para su salud cardiaca, sin interferir negativamente en el proceso tumoral.
Un estudio ha demostrado los beneficios de seguir un programa de entrenamiento físico intrahospitalario durante el tratamiento en niños con procesos tumorales con datos que se mantienen al año de finalizar la intervención. Esta es una de las conclusiones fundamentales de un estudio llevado a cabo por un equipo de la Universidad Europea de Madrid, en colaboración con el Hospital Universitario Infantil Niño Jesús, y que ha sido galardonado con el Premio Nacional de Investigación en Medicina de Deporte Liberbank.
Las conclusiones han puesto de manifiesto que un programa supervisado de ejercicio físico combinado de fuerza y resistencia es seguro, tiene efecto cardioprotector, no aumenta el riesgo de mortalidad ni de recaída de la enfermedad, y reduce el tiempo de hospitalización, lo que además, como otro beneficio añadido, redunda en menos costes hospitalarios.
El estudio forma parte de una línea de investigación iniciada en 2013 por Alejandro Lucía, catedrático de Fisiología del Ejercicio en la Universidad Europea de Madrid, y seguida por su equipo con el objetivo de comprobar los efectos de incluir un programa de ejercicio aeróbico y de fuerza durante el tratamiento neoadyuvante en pacientes pediátricos con tumores sólidos y la quimioterapia intensiva en niños con leucemia.
Principio y final
Para comprobar los efectos del ejercicio físico se monitorizó la supervivencia, riesgo de recaída y aparición de metástasis, se midieron niveles antropométricos, como el índice de masa corporal, además de variables sanguíneas, como recuento de leucocitos y plaquetas, así como medición de hemoglobina y glucosa, y se monitorizó la función cardiovascular con control de la función sistólica del ventrículo izquierdo, a través de la medición de la fracción de eyección y la fracción de acortamiento mediante ecocardiografía.
Se han observado beneficios en la función cardiovascular, con mejor fracción de eyección y de acortamiento en el grupo que realizaba ejercicio.
Todas estas variables se controlaron al inicio de la intervención y a la finalización del tratamiento, así como al año, y periódicamente una vez al año hasta pasados cinco de la intervención.
En el programa se incluyeron 169 pacientes de entre 4 y 18 años, de los cuales 68 fueron incluidos en el programa de ejercicio y 101 en el de control, según explica a DM Javier Salvador Morales, uno de los autores del estudio.
Sesiones de ejercicio aeróbico y de fuerza
El programa de ejercicio físico consistió en la realización de dos o tres sesiones a la semana de entrenamiento supervisado, incluyendo ejercicio aeróbico y de fuerza, con una duración de entre 60 y 70 minutos cada sesión.
El entrenamiento se mantuvo durante una media de 19 semanas en las que se prolongó el tratamiento en el caso de la pauta para tumores sólidos y de 28 en los pacientes con leucemia.
Al término del mismo no se vieron diferencias en cuanto a supervivencia, aparición de metástasis o riesgo de recaída y sí una disminución en los días de hospitalización, “que se traduce en un 17% de ahorro de costes hospitalarios”, indica Morales.
Además, se han visto beneficios importantes en cuanto a la función cardiovascular, “con mejor fracción de eyección y de acortamiento en los niños que seguían el programa de entrenamiento frente al grupo control, en el que la función sistólica del ventrículo izquierdo había empeorado a la finalización del tratamiento mientras que en los que realizaban ejercicio físico se mantenía estable, y estos valores se replicaron al año de finalizada la intervención”.
Efecto mantenido del ejercicio
Una de las principales observaciones del seguimiento realizado por los investigadores es que se demuestra el efecto o función cardioprotectora del ejercicio físico en niños con cáncer, “beneficios que se mantienen, al menos, un año después de finalizada la intervención, sin que hayamos registrado ningún efecto secundario adverso al entrenamiento, lo que también es un hecho destacable y muy positivo para los pacientes que siguen estos programas”.
La acción de la actividad física se mantiene en el tiempo, por lo que se valora la inclusión del entrenamiento en el abordaje global.
Los autores del estudio señalan que sus datos sugieren y apuntan a la conveniencia de que se valore la inclusión de este tipo de programas de entrenamiento en las pautas de abordaje del cáncer infantil en los hospitales, dados los beneficios que del mismo se derivan, “aun reconociendo las dificultades para su implantación, relacionadas, sobre todo, con la disposición de espacios adecuados y con la implicación del personal sanitario”.
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