La yerba mate era consumida por los guaraníes cuando llegaron a estas latitudes sudamericanas los Padres Jesuitas Misioneros para fundar las Reducciones de Indios.
Si el lector se anima a consultar lo dicho por el Padre Antonio Ruiz de Montoya en un libro escrito hacia el 1639 y reeditado en nuestro tiempo (Conquista espiritual hecha por los religiosos de la Compañía de Jesús en las Provincias del Paraguay, Paraná, Uruguay y Tape) podrá leer "que un insigne hechicero del país, amigo estrechísimo del demonio, fue impuesto por el infernal maestro en que bebiese dicha bebida cuando quisiese escuchar sus oráculos". Por su lado el Padre Pedro Lozano en su Historia de la Conquista del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán expresa que el mate permite "oír oráculos falaces del padre de la mentira, Satanás."
Los gobernantes, por su lado, condenaban con saña la costumbre de matear, que se había extendido al mundo sudamericano gobernado por los españoles cuya descendencia, fruto del ayuntamiento con las mujeres indígenas, aumentaba el número de "mancebos de la tierra", que de tal modo se les llamaba a los mestizos criollos. Martín Negrón condenaba ese "vicio abominable y sucio" y de igual modo su colega, el Gobernador Hernando Arias de Saavedra, aquel paraguayo Hernandarias que echó en las praderas del actual Uruguay las vacas y toros traídos de sus estancias tucumanas, advertía que tomar mate "hace a los hombres viciosos, haraganes y abominables".
Pero la historia sigue y la posterior pirueta ideológica y su justificación histórica, o teológica, o como se la quiera llamar, provocada por el provecho comercial, pone la piel de gallina.
En efecto, sucedió que los Padres Jesuitas, con sigilo y destreza, cultivaron simientes del árbol de yerba mate, traídas desde el Guiará. Domesticaron las plantas salvajes. Y plantaron miles de ejemplares del Ilex paraquariensis que, como una verde guirnalda, prosperaron en los predios que circundaban las Reducciones. El experimento no defraudó la esperanza de los Padres. La producción de yerba mate doméstica y domesticada acarreó beneficios contantes y sonantes. Entonces los diligentes e interesados jesuitas impusieron a los guaraníes la tarea de procesar miles de toneladas de yerba para venderla, como lo hicieron con creciente provecho monetario, en Bolivia, Perú, Brasil y el Cono Sur de América.
La hazaña comercial había salido a pedir de boca. Los reverendos Padres enriquecieron sus arcas con insólitas ganancias, gracias a la exportación torrencial del caá, nombre guaraní de la yerba mate. Entonces, para justificar este viraje de 180 grados, no tuvieron otro remedio que dar vuelta la pisada. La yerba del Demonio, se convirtió en "El benéfico te del Paraguay". Por su lado, a la enviada a Europa como muestra de maestría agronómica y perspicacia agroindustrial, se la denominó en el Viejo Mundo, ¡oh ironía!, con el inocente nombre de "El té de los Jesuitas".
Hubo, claro está, una explicación de esta voltereta. Lo maldito y maldecido se santificó con el arribo de Santo Tomás a las tierras de América - no se dijo cómo ni cuándo atravesó el océano Atlántico- donde bautizó la yerba, librándola de la presencia de Satanás.
Pero aún falta lo mejor del ejemplo. Recurriré, como antes dije, a uno de mis ensayos donde doy cuenta de las justificaciones teológicas esgrimidas en aquella alucinante palinodia difundida desde las ergástulas misioneras.
"Cuando los Padres Jesuitas de las Misiones se las ingeniaron para sembrar el Ilex y cosechar toneladas de hojas que aprendieron a preparar según la tradición indígena, comienzan a circular nuevas leyendas. Gaspar de Escalona, quien en los primeros años del siglo XVIII escribió un libro macarrónico lleno de datos extraños y estupideces eruditas introduce las andanzas de un santo en la crónica de la yerba mate. “Es general opinión en las Provincias del Paraguay que San Bartolomé mostró y descubrió la yerba a los naturales”. Y cuando la yerba de las Misiones comienza a inundar el mercado ya camina con paso fuerte por estas tierras una versión alucinante: Santo Tomás había intervenido milagrosamente para cambiar el destino satánico del caá, mediante una bendición que, a partir de las malocas (viviendas) indígenas, se extendería después a las ciudades y a los campos cristianos del área conquistada por la espada y bendecida por la cruz.
Dicha leyenda, una y otra vez repetida, es al fin puesta en letras de imprenta por Diego de Ceballos, un licenciado que hacia el 1667 publica en Lima su Tratado del Recto Uso de la Yerba del Paraguay. En dicho libro se dicen cosas semejantes a las que el Jesuita Manuel de Nóbrega había hecho circular intensamente en el Brasil. “Descubrió el uso del mate y aún le dio la virtud Santo Tomás Apóstol, que, llegado hasta el Brasil predicando el Evangelio a la provincia de Mbaracayú, halló selvas dilatadas de estos árboles, cuyas hojas eran mortífero veneno, pero tostadas por el santo perdieron en sus manos y el fuego todo lo nocivo, quedando eficaz antídoto. Y por eso decían que los indios tuestan la hierba para usarla, porque lo enseñó el santo". Juzgue el lector por sí mismo la intención y el alcance de esta superchería.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario