La investigadora cuestionó que se evalúe la conducta pero no se enseñe a cambiarla.
El Programa de Cognición y el equipo de desarrollo del Inventario de Desarrollo Infantil de la Facultad de Psicología organizaron una conferencia en la que una investigadora argentina presentó algunas ideas para entender a la autorregulación como “un camino para mejorar la educación”. Lorena Canet Juric, que trabaja en la Universidad Nacional de Mar del Plata y en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina, señaló que existe un solapamiento del concepto de autorregulación con el de autocontrol y el de control cognitivo y de funciones ejecutivas, ya que tienen aspectos en común que llevan a que los investigadores los utilicen como sinónimos. No obstante, Canet Juric señaló que si bien existe un tipo de autorregulación que tiene que ver con el control automático del comportamiento por parte del individuo, ella se centra en estudiar aquel en el que intervienen el esfuerzo y los procesos deliberados que llevan a la persona a adaptarse para conseguir determinada meta u objetivo.
Según diferenció la académica, el autocontrol es una parte de la autorregulación, que concretamente se encarga de priorizar los objetivos a largo plazo “frente a tentaciones en el aquí y el ahora”. “Cuando tengo la meta de terminar una carrera, me encuentro permanentemente con tentaciones de cosas que son más divertidas y no quiero sentarme a estudiar cosas que no siempre me interesan o me gustan”, detalló la investigadora. Según explicó, en ese momento interviene la memoria del trabajo, “que sostiene de manera activa y consciente la meta en la cabeza de las personas”. Por su parte, señaló que la inhibición “tiene que ver con tener despejada esa meta” respecto de interrupciones o amenazas para su concreción, mientras que la flexibilidad permite cambiar de foco cuando los otros mecanismos no funcionan.
“Ahora está de moda el estudio de la autorregulación, porque en el mundo en el que vivimos las tentaciones están al orden del día, es una época de sumo sedentarismo, de incorporación de tecnología. Tenemos a la generación T, compuesta por los que tienen entre cinco y 14 años y que, a diferencia de los adultos, ya nacieron con internet y lo digital incorporado. Todavía no podemos ver los alcances de esto. Son niños que tienen muy poco espacio de descarga física y motora, algo que tiene una implicancia en el contexto escolar, y están capturados por lo tecnológico”, consideró la especialista.
Indicó que a partir de distintos experimentos, la ciencia ha demostrado que a los niños con más autorregulación les va mejor en la vida adulta y son más felices. No obstante, remarcó la idea de que esas habilidades pueden ser cambiadas, y allí es donde la educación emocional puede jugar un papel importante.
Preguntas
“Para un niño, ¿es divertido estudiar? ¿Es divertido estar cuatro horas escuchando a un docente que muchas veces le transmite contenidos que no le interesan para su vida diaria y para su devenir en el transcurso escolar? ¿Es fácil para un niño estar sentado tantas horas sin poder pararse constantemente, cuando no es el mismo niño que hace 40 años? El niño de ahora no tiene vereda, no tiene juego libre; hace muchas actividades de educación física pero todas regladas, no tiene posibilidad de practicar su autorregulación. Andá a convencerlo de que para su vida es más importante quedarse sentado escuchando lo que dice la maestra que levantarse 20 veces a pedirle la goma a un compañero, cuando cada vez que lo hace hay tres niños que se matan de la risa”, consideró Canet Juric, para quien la educación debe tener el “objetivo primordial” de convencer al niño de su importancia, porque en la infancia es algo que no suele tenerse tan claro. En suma, agregó que el aprendizaje no es una práctica tan placentera como otras a las que pueden acceder los niños y jóvenes.
A partir de sus investigaciones en Argentina, la especialista señaló que la mayoría de los niños piensan que en la escuela fallan en actividades como prestar atención en clase, revisar las tareas antes de entregarlas, irse a dormir temprano para no estar cansado a la mañana siguiente, hacer los deberes cuando llegan a su casa y no postergarlos, evitar “chusmear”, escuchar al otro, hablar amablemente y controlar el temperamento.
Por el lado de los maestros, desde el proyecto que integra han realizado capacitaciones en la que se les pide que evalúen a un niño en base a información del rendimiento académico y de comportamiento. “En la mayoría de los casos el comportamiento pesa más que el rendimiento académico”, dijo la experta, y consideró que eso suele reflejarse en el carné escolar. “Eso no estaría mal si yo le diera herramientas al niño para mejorar en su comportamiento escolar; yo estoy evaluando algo que no enseño”, opinó.
En acción
Acerca de las posibilidades de intervención en autorregulación, la especialista señaló que en el mundo existen muchos programas que tienen varias metodologías y enfoques. En el caso argentino, contó que hay cinco grandes grupos que trabajan en intervención; algunos más enfocados en los procesos –llevan a cabo entrenamientos en funciones ejecutivas– y otros en autorregulación en contexto escolar, que a veces hasta se incluye como materia.
Consideró que las intervenciones efectivas tienen actividades que se siguen unas de las otras, además de organizarse de acuerdo a los grados escolares. En suma, señaló que se debe saber qué es lo que se va a trabajar en cada caso y no cambiar de tema hasta que los escolares lo aprendan, y que el niño también debe saber en qué se está capacitando.
Acerca del proyecto que ella integra en Argentina, el Programa de Autorregulación Socioemocional, contó que se está implementando desde hace tres años. Según dijo, cuenta con los objetivos de tener más conocimiento sobre el desarrollo de habilidades para saber sobre qué aspectos se puede obtener modificaciones, y, al mismo tiempo, desarrollar un espacio de prácticas de habilidades en el contexto escolar. Canet Juric indicó que trabajan principalmente en instituciones educativas con un modelo adaptado por el propio proyecto. Entre las dificultades, mencionó que las escuelas no siempre les dan lugar para investigar y trabajar con los niños, y que también se han encontrado con oposición de los padres y de los docentes, además de que existe falta de apoyo de organismos gubernamentales. En suma, los obstáculos a la hora de ingresar a escuelas públicas los han llevado a trabajar mayormente en colegios privados.
Según explicó, intervienen primero sobre la mentalidad de cambio de los niños, o sea, sobre la creencia acerca de si sus habilidades pueden ser fácilmente cambiadas o no, y en una segunda etapa intervienen sobre el autocontrol. La especialista explicó que debe seguirse ese orden porque al principio es necesario “cambiar la idea que tienen los niños de que no pueden cambiar nada”. Para Canet Juric, ello tiene una consecuencia fuerte en el aprendizaje, tanto académico como emocional: “Si no puedo cambiar, ¿para qué me voy a esforzar? El que tiene mentalidad fija piensa que nació así y no va a cambiar”, reflexionó. De todas formas, señaló que también es necesario trabajar con los niños a los que les suele ir bien académicamente, “porque se les cae el mundo si un día les va mal” y no están dispuestos a reconocer que pueden tener alguna dificultad.
Detalló que en el programa trabajan los aspectos emocionales de forma gradual en un transcurso de tres años. Además, se enfocan en contenidos específicos como el reconocimiento de mentalidad y de situaciones y la reflexión sobre los constructos como la noción de obstáculo o de estancamiento. En materia de autocontrol, se trabaja con contrastación mental, acertividad, amabilidad, optimismo, valoración de sí mismo, entre otros. Además de realizar actividades en el centro educativo, encomiendan tareas domiciliarias que los estudiantes deben hacer con sus padres; por ejemplo, se tienen que contar mutuamente cosas que les dan miedo.
Algunas de las evaluaciones del programa realizadas por los niños, que compartió la investigadora, señalan que los escolares aprenden a autocontrolarse cuando están “tristes y enojados”, “a no frustrarse y no caer en el abismo”, “a ayudar el otro cuando está triste”, y también a valorar “el poder del todavía no me sale”.
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