En tiempos de libros abiertos que pretenden cerrar las ideas, de luchas presupuestales que asoman más simbólicas que productivas, de discursos sobre cambios en cambios que llevan décadas, otra vez la crisis. Otra vez Secundaria. Otra vez “los profesores”.
Estamos atravesando una profunda transformación del relato político humanista por un relato economicista cuyo principal objetivo es instaurar una nueva regulación de las relaciones y actividades humanas. Centrémonos en la educación.
El origen de la transformación se retrotrae, aproximadamente, a mediados del siglo XX, en plena Guerra Fría; la Comisión Wolfe en Estados Unidos discutió sobre la pertinencia de buscar los mecanismos necesarios para lograr la mayor eficiencia y rendimiento del capital, surgiendo lo que conocemos como “teoría del capital humano”. Ésta se basa en el funcionalismo de los recursos humanos y la meritocracia. De fuerte corte liberal, esta perspectiva ve en la formación técnica del futuro trabajador una inversión para alcanzar la máxima eficiencia del capital. De esta manera, se vuelve imprescindible cierta democratización del conocimiento con el fin de mejorar la calidad de la mano de obra, alcanzándose así mayor rentabilidad.
Sin embargo, no todos deberán aprender lo mismo, ya que los procesos tecnológicos necesitan una minoría de científicos, ingenieros, analistas, etcétera, bien formados, y una amplia mayoría de usuarios de terminales que operen como esclavos de la máquina. Éstos deberán poseer una variedad de cualidades, entendidas como fundamentales: trabajo en equipo, habilidad en la resolución de problemas, manejo de la aritmética elemental, utilización de la informática, adaptabilidad y, sobre todo, gran capacidad de flexibilización. Estas habilidades son las que han pasado a denominarse “competencias”.
Entonces, al adaptar la educación al modelo posfordista del trabajo, el sistema educativo debe tener naturaleza flexible. Si esas competencias son las que deberá poseer el empleado para consolidar la estrategia sistémica del capitalismo global, ellas serán los pilares de la reforma. Así se consolida la educación al servicio del mercado.
La estrategia sistémica del capitalismo global utiliza diferentes tácticas para lograr el avance de las reformas educativas que se propone. Las mismas son convertibles y locales, características éstas que aseguran su avance. Uno de los mecanismos comunes de aterrizaje de las transformaciones locales son los denominados think tanks, organizaciones civiles que gestionan cierto conocimiento a través de “expertos” en determinados temas y que operan sobre áreas económicas, sociales, educativas, como instrumentos de presión. En todo el mundo, las mismas se encuentran al servicio de determinadas élites políticas.
En nuestro país operan varias de estas organizaciones, de las cuales nos interesa poner especial atención en la que se mueve en el área de la educación, conocida como Eduy21. Esta organización es financiada por empresas privadas (Confederación de Cámaras Empresariales, Zonamerica, Bevsa, Fundación Itaú, Corporación Navios S.A., aparecen como “socios contribuyentes” en su sitio web oficial), teniendo como objetivo “dirigir el cambio en el sistema educativo público” a través de un consenso multipartidario; sus principales protagonistas pertenecen al espectro de todos los partidos políticos. El cambio propuesto por esta organización, lejos de ser innovador u original, no es más que una receta local para la aplicación de lo que conocemos como Reforma Educativa Global (en adelante, REG).
Las características de la REG, cuyos orígenes se remontan a la teoría del capital humano, se hacen claramente visibles en las propuestas de Eduy21. Su objetivo: aumentar la competitividad entre los países y mejorar la eficiencia del sistema educativo, medida ésta por resultados. También, asegurar con poca inversión un mayor rendimiento. Para lograrlo promueven la autonomía de la gestión (management), que otorga a las direcciones de los institutos de enseñanza el poder para conducir el cambio. Éste consiste básicamente en la flexibilización curricular. Del mismo modo, incentivan la Participación Público Privada (PPP), ya que entienden que las instituciones educativas deben adoptar las normas, valores y técnicas de la empresa privada. Estos lineamientos son los mismos que encontramos en los documentos del Banco Mundial en referencia a la educación: “Aprendizaje para todos” (2011), “Making Schools Work” (2011), entre varios.
La REG se vale de métodos globales para allanar el camino hacia las reformas que se propone; por ejemplo: desnaturalizar al profesorado como profesional intelectual, cooptándolo como simple aplicador de didactismos mágicos que se juzgan como exitosos e imprescindibles (trabajos y evaluación, proyectos interdisciplinarios, trabajo en duplas, etcétera). Anclados en la enseñanza por competencias, desplazan los conocimientos a un segundo plano. El argumento más trivial en defensa de esta lógica es que el conocimiento cambia permanentemente y se vuelve rápidamente obsoleto. Semejante postura muestra una interpretación intencionalmente errónea de los fundamentos epistemológicos de los que la ciencia aporta el más claro ejemplo. Las propuestas de la REG, lejos de ser futuras, vienen siendo promovidas por el CODICEN (Consejo Directivo Central) y aplicadas por los Consejos desconcentrados desde hace ya algunos años (Plan 2009, Plan 2012, Propuesta 2016 en Educación Secundaria, por ejemplo).
También se valen del desprestigio docente, mostrando a los profesores como enrolados a mezquinos intereses corporativos cuya expresión son sus sindicatos. Al mismo tiempo, dicen adjudicar al docente un rol clave, pero los denuestan en su calidad de profesionales de la educación, tomando como única voz válida la de los expertos (think tanks), que se aseguran los puestos directivos mejor remunerados. Así, en este paradigma, el profesor es un recurso humano y no un agente de cambio.
Nos preguntamos, ¿existe una crisis estructural en el sistema educativo o se trata de un desfasaje del sistema con la lógica productiva que aumente las ganancias del capital más aceleradamente?
Debemos abandonar el mandato de que la educación esté al servicio del mercado de trabajo y de que existe una “educación para la vida”. La educación debe recuperar su espacio humano, entendido desde un sujeto histórico capaz de comprender su construcción política en un diálogo social y por ende colectivo. Somos capaces de mirar afuera de nuestras fronteras y de tener una visión global del mundo en que vivimos, pero no estamos dispuestos a entregar nuestra independencia a la hora de tomar decisiones que afectarán a las futuras generaciones. La “máquina” puede guardar en su memoria el conocimiento, pero el conocimiento es una construcción colectiva compleja y evolutiva inmanente a la condición humana.
Se confrontan así dos posturas conceptuales desde esta fase histórica de la que somos parte que nos conminan como sujetos, y en particular como profesionales de la educación. Sin dejar de reconocer que es posible considerar matices en dichas posturas, asistimos al choque de concepciones antagónicas sobre cómo posicionarnos y describir la realidad.
El discurso hegemónico encuentra en la globalización la consumación de una nueva forma de poder, y en la tecnología de la comunicación su aliada más eficiente. Una sociedad que se desideologiza y banaliza se convierte en campo fértil para que la psicopolítica instale su más perversa forma de poder, como se explica claramente en la obra de Byung-Chul Han. El producto final: el sujeto inmovilizado mandatado a ser libre. Esta inmovilidad se traduce en un individuo que acepta sin sospechas ser parte del mejor posible de los mundos. Así obturado, el sujeto no encuentra necesario cambiar o transformar la sociedad y cualquier agente disruptivo se entiende como amenaza. Inconsciente de los hilos que lo dirigen, desecha toda posibilidad de construcción colectiva. La felicidad es una construcción individual concebida como el disfrute ya y ahora en un espiral sin retorno donde el éxito es dado por la capacidad de consumo y el acopio de bienes. En tal realización, gran parte de la población queda excluida, víctima de su incapacidad para afrontar las frustraciones que el sistema reproduce, y estalla la violencia simbólica e irracional de la que es víctima y victimario.
Por otro lado, la gran "Matrix" no puede eliminar la resistencia que la cuestiona. Otro paradigma antagónico al anterior apela a un sujeto integral que no se constituya como "capital humano”, que sea capaz de develar lo oculto del "mundo feliz”, crítico, capaz de reflexionar desde los saberes, y que desee transformar las relaciones de poder que lo aprisionan. Un individuo que se entienda a sí mismo como “sujeto histórico” y, como tal, se sienta comprometido con la construcción colectiva de la sociedad.
Entre estos paradigmas y los matices teóricos que los mutan- se debate la Educación hoy.
La Agrupación Pedagógica Siglo XXI está integrada por profesores de Educación Secundaria, delegados nacionales y departamentales en la Asamblea Técnico Docente de dicho subsistema.
Cortesía: Agrupación Pedagógica Siglo XXI
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